jueves, 2 de agosto de 2018

EQUILIBRIO ORIGEN Y PREVENCION

Equilibrio y prevención
El sistema que coordina el equilibrio es complicado y requiere de la participación de diferentes estructuras. En cualquier caso, todo comienza por la estimulación de receptores específicos (los verdaderos “sensores” especializados en la detección del movimiento), distribuidos en zonas estratégicas del cuerpo.
1. Oído 
En el oído interno (una parte no visible, dentro del cráneo) están presentes algunos receptores en una estructura llamada “laberinto”, que son estimulados por los movimientos y los cambios de posición de la cabeza.
 2. Músculos, tendones y articulaciones
El músculo posee receptores que detectan información sobre la longitud del músculo, de acuerdo con el estado de estiramiento / acortamiento. De manera similar a los músculos, los tendones y las articulaciones cuentan con receptores que detectan la tensión, la presión y el estiramiento de estas estructuras.
3. Ojo
Los estímulos provenientes de la vista a través del nervio óptico, se integran por determinados centros nerviosos con el propósito de regular el equilibrio.
El oído: esencial para la audición pero también para el equilibrio
El oído está constituido por: “oído externo”, “oído medio” y “oído interno”. El oído externo es la parte visible que dirige las ondas de sonido a su interior, como si fuese un embudo. En el extremo del cuello de este hipotético embudo se encuentra una membrana denominada, ”tímpano”, desde donde comienza el oído medio. El tímpano transforma las ondas sonoras en vibraciones mecánicas de una estructura particular constituida por tres huesos articulados uno con el otro: martillo, yunque y estribo.
Después del estribo, comienza el oído interno, que comprende el laberinto óseo y membranoso. En el laberinto óseo se reconocen dos partes: la cóclea, que es un órgano de la audición, y el aparato vestibular, que está relacionado con el equilibrio y el control espacial. Este último a su vez está compuesto por el vestíbulo y tres canales semicirculares. Todos estos canales se encuentran conectados y llenos de un líquido gelatinoso llamado endolinfa. Desde el oído interno se ramifican varios cordones nerviosos que se funden con el nervio auditivo y que transmiten al cerebro dos tipos de sensaciones: las auditivas (de la cóclea) y aquellas que ayudan a mantenerlos en equilibrio (del aparato vestibular).
A los estímulos que llegan desde los receptores mencionados, se añaden señales provenientes de la vista a través del nervio óptico. En su totalidad, estas señales están integradas por centros nerviosos particulares con el propósito de regular el equilibrio, es decir, la capacidad de mantener la orientación del cuerpo y de sus partes en relación con el ambiente circundante.
El sistema que permite mantener el equilibrio
¿Cómo se mantiene el equilibrio?
Ya se ha visto cómo todo comienza a partir de los receptores del movimiento, ubicados en diversas partes del cuerpo. Ahora, se explicará en particular lo que ocurre con aquellos del oído interno, debido a que el mecanismo es particularmente interesante.
Una parte del oído interno se ocupa del equilibrio: es la que se llama “laberinto”, debido a su estructura compleja. De hecho se compone de tres canales semicirculares dispuestos de acuerdo con los tres planos del espacio y en ángulo recto. En cada canal fluye un líquido, la “endolinfa”, que cubre a células provistas de cilios que revisten las paredes del canal.
Cuando la cabeza se mueve, la endolinfa a su vez también lo hace empujando a los cilios de las células que recubren el canal. Las células son capaces de transmitir el movimiento a las fibras nerviosas que llevan la señal a los centros nerviosos ubicados en el cerebro. Estos impulsos provocan cambios en el tono de los músculos del cuello, el tronco y las extremidades, de modo que el cuerpo no pierda el equilibrio.
Recorrido en los centros nerviosos del equilibrio
1.       Vestíbulo (situado en el interior del cráneo, dentro de cada oído).
2.       Tronco encefálico (corresponde a la base del cerebro).
3.       Cerebelo (ubicado a nivel de la nuca).
En síntesis: los estímulos del oído convergen en los centros nerviosos del vestíbulo. Del vestíbulo se origina un nervio (llamado “vestibular”) que envía las señales nerviosas al centro localizado en el tronco encefálico. Desde allí se ramifican las células nerviosas directamente al cerebelo.
El cerebelo es el órgano encargado del control superior de la función del equilibrio y contiene una verdadera “memoria” del movimiento, que conserva una especie de patrones motores y códigos para el procesamiento de las secuencias que combinan estos patrones. El cerebelo envía las señales al cerebro y a las estructuras nerviosas que recorren a la médula espinal para permitir la coordinación de los movimientos de todo el cuerpo.
Para la prevención de caídas es importante, por lo tanto, una actividad física adecuada que apunte a:
§  Mejorar el tono muscular.
§  Favorecer la elasticidad de las articulaciones.
§  Otorgar una mayor seguridad en los movimientos.
Consejos útiles
Es importante evaluar los riesgos presentes en el hogar, válidos para todas aquellas personas que por discapacidad, edad, o condiciones generales de salud, estén particularmente expuestas al riesgo de caídas. En este sentido se recomienda:
§  Evitar la presencia de alfombras.
§  Utilizar alfombritas de baño antideslizantes.
§  Tener cuidado con los salientes de los muebles en las áreas de paso.
§  Usar calzado cómodo.
§  Disponer en la casa de puntos de iluminación nocturna, especialmente en zonas estratégicas como pasillos o baño.
Ejercicios
De acuerdo con las teorías de los estudios científicos más recientes, el sistema nervioso central (SNC) está provisto de una notable plasticidad y capacidad de reorganización.
Incluso, y en relación con estos descubrimientos, hoy en día están disponibles tratamientos de rehabilitación que pueden utilizarse en pacientes con inestabilidad causada por varias enfermedades, incluyendo la esclerosis múltiple. En este sentido, siempre se debe consultar con el médico de referencia, quien determinará el tratamiento más adecuado.
En general, antes de comenzar cualquier tipo de ejercicio, es necesario tomar una posición relajada, concentrándose en la respiración.
Una posición óptima de relajamiento es colocarse de rodillas, con los glúteos descansando sobre los talones, y en posición vertical. Ubicar los brazos estirados a lo largo del cuerpo con las palmas hacia arriba. Respirar profunda y lentamente, intentando mantener la espalda bien derecha por algunos segundos.