Apoyado sobre la pared con las piernas separadas a la
distancia de los hombros y las rodillas flojas, eleve los brazos en forma de
cruz; alce los antebrazos a 90grados, como si fuera un cactus, y presione
contra la pared, inhalando, retenga, y al exhalar afloje la presión, repita
entre y tres y seis veces.
Luego eleve los brazos y manténgase allí, tres
respiraciones.
Sentado, junte las manos en mudra de oración; con las falanges
de los pulgares masajee el centro del pecho; lleve los pulgares en círculos
sobre el pecho presionando levemente, la intención es disolver ese centro de
angustia. Con la imaginación visualice que de ahí brota un manantial inagotable
de luz, que fluye cada vez más abundante. Luego de un rato, inhale
profundamente y exhale cantando la vocal “a” repita tres veces.
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