Equilibrio y prevención
El sistema
que coordina el equilibrio es complicado y requiere de la participación de
diferentes estructuras. En cualquier caso, todo comienza por la
estimulación de receptores específicos (los verdaderos “sensores”
especializados en la detección del movimiento), distribuidos en zonas
estratégicas del cuerpo.
1. Oído
En el oído interno (una parte no visible, dentro del cráneo) están
presentes algunos receptores en una estructura llamada “laberinto”, que son
estimulados por los movimientos y los cambios de posición de la cabeza.
2. Músculos, tendones y
articulaciones
El músculo posee receptores que detectan información sobre la longitud del
músculo, de acuerdo con el estado de estiramiento / acortamiento. De manera
similar a los músculos, los tendones y las articulaciones cuentan con
receptores que detectan la tensión, la presión y el estiramiento de estas
estructuras.
3. Ojo
Los estímulos provenientes de la vista a través del nervio óptico, se
integran por determinados centros nerviosos con el propósito de regular el
equilibrio.
El oído: esencial para la audición pero
también para el equilibrio
El oído está constituido por: “oído externo”, “oído medio” y “oído
interno”. El oído externo es la parte visible que dirige las ondas de sonido a
su interior, como si fuese un embudo. En el extremo del cuello de este
hipotético embudo se encuentra una membrana denominada, ”tímpano”, desde donde
comienza el oído medio. El tímpano transforma las ondas sonoras en vibraciones
mecánicas de una estructura particular constituida por tres huesos articulados
uno con el otro: martillo, yunque y estribo.
Después del estribo, comienza el oído interno, que comprende el
laberinto óseo y membranoso. En el laberinto óseo se reconocen dos partes: la
cóclea, que es un órgano de la audición, y el aparato vestibular,
que está relacionado con el equilibrio y el control espacial. Este último a su
vez está compuesto por el vestíbulo y tres canales semicirculares. Todos estos
canales se encuentran conectados y llenos de un líquido gelatinoso llamado
endolinfa. Desde el oído interno se ramifican varios cordones nerviosos que se
funden con el nervio auditivo y que transmiten al cerebro dos tipos de
sensaciones: las auditivas (de la cóclea) y aquellas que ayudan a mantenerlos
en equilibrio (del aparato vestibular).
A los
estímulos que llegan desde los receptores mencionados, se añaden señales
provenientes de la vista a través del nervio óptico. En su totalidad, estas
señales están integradas por centros nerviosos particulares con el propósito de
regular el equilibrio, es decir, la capacidad de mantener la orientación del
cuerpo y de sus partes en relación con el ambiente circundante.
El sistema que permite mantener el equilibrio
¿Cómo se mantiene el equilibrio?
Ya se ha visto cómo todo comienza a partir de los receptores del
movimiento, ubicados en diversas partes del cuerpo. Ahora, se explicará en
particular lo que ocurre con aquellos del oído interno, debido a
que el mecanismo es particularmente interesante.
Una parte del oído interno se ocupa del equilibrio: es la que se
llama “laberinto”, debido a su estructura compleja. De hecho se
compone de tres canales semicirculares dispuestos de acuerdo
con los tres planos del espacio y en ángulo recto. En cada canal fluye un
líquido, la “endolinfa”, que cubre a células provistas de cilios que
revisten las paredes del canal.
Cuando la cabeza se mueve, la endolinfa a su vez también lo hace empujando
a los cilios de las células que recubren el canal. Las células son capaces de
transmitir el movimiento a las fibras nerviosas que llevan la señal a los centros
nerviosos ubicados en el cerebro. Estos impulsos provocan cambios en
el tono de los músculos del cuello, el tronco y las extremidades, de modo que
el cuerpo no pierda el equilibrio.
Recorrido en los centros nerviosos del
equilibrio
1.
Vestíbulo (situado en el interior del cráneo,
dentro de cada oído).
2.
Tronco
encefálico (corresponde
a la base del cerebro).
3.
Cerebelo (ubicado a nivel de la nuca).
En síntesis: los estímulos del oído convergen en los centros nerviosos del
vestíbulo. Del vestíbulo se origina un nervio (llamado “vestibular”) que envía
las señales nerviosas al centro localizado en el tronco encefálico. Desde allí
se ramifican las células nerviosas directamente al cerebelo.
El cerebelo es el órgano encargado del control superior de la función del
equilibrio y contiene una verdadera “memoria” del movimiento, que conserva una
especie de patrones motores y códigos para el procesamiento de las secuencias
que combinan estos patrones. El cerebelo envía las señales al cerebro y a las
estructuras nerviosas que recorren a la médula espinal para permitir la
coordinación de los movimientos de todo el cuerpo.
Para la prevención de caídas es importante, por lo tanto, una actividad
física adecuada que apunte a:
§
Mejorar el
tono muscular.
§
Favorecer la
elasticidad de las articulaciones.
§
Otorgar una
mayor seguridad en los movimientos.
Consejos útiles
Es importante
evaluar los riesgos presentes en el hogar, válidos para todas aquellas personas
que por discapacidad, edad, o condiciones generales de salud, estén
particularmente expuestas al riesgo de caídas. En este sentido se recomienda:
§
Evitar la
presencia de alfombras.
§
Utilizar
alfombritas de baño antideslizantes.
§
Tener cuidado
con los salientes de los muebles en las áreas de paso.
§
Usar calzado
cómodo.
§
Disponer en
la casa de puntos de iluminación nocturna, especialmente en zonas estratégicas
como pasillos o baño.
Ejercicios
De acuerdo
con las teorías de los estudios científicos más recientes, el sistema nervioso
central (SNC) está provisto de una notable plasticidad y capacidad de
reorganización.
Incluso, y en
relación con estos descubrimientos, hoy en día están disponibles tratamientos
de rehabilitación que pueden utilizarse en pacientes con inestabilidad causada
por varias enfermedades, incluyendo la esclerosis múltiple. En este
sentido, siempre se debe consultar con el médico de referencia,
quien determinará el tratamiento más adecuado.
En general,
antes de comenzar cualquier tipo de ejercicio, es necesario tomar una posición
relajada, concentrándose en la respiración.
Una
posición óptima de relajamiento es colocarse de rodillas, con los glúteos
descansando sobre los talones, y en posición vertical. Ubicar los brazos
estirados a lo largo del cuerpo con las palmas hacia arriba. Respirar profunda
y lentamente, intentando mantener la espalda bien derecha por algunos segundos.
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